Cuenta la historia, que los bereberes al llegar el final del año,
dedican los últimos segundos del calendario
a narrar todas las equivocaciones
que les concedió el destino durante ese año.
Ordenan sus equivocaciones por colores y sabores,
por horizontes y por promesas perdidas.
Miran al cielo estrellado, entre las dunas de su desierto
y gritan al firmamento negro cada uno de sus errores,
para que la noche quieta los devore con sus bocados de luna.
Es entonces, cuando se llenan los bolsillos de arena
y arrojan sus turbantes,
que vuelan como cometas de duelo,
abrazando al nuevo año
con sueños de aire repletos de estrellas.
Sueñan con que los errores que se clavan en el cielo
no volverán a presentarse en los nuevos días.