A veces
llueve tanto
que nos
hace sangre
y en
nuestros labios
pepitas
de oro
ahuyentan
la melancolía
de los cabellos.
A
veces llueve tanto
que nos
inunda el hambre
y cogemos
los fusiles de viento
y nos
echamos a la calle
a gritarnos
que no
nos caeremos
sin volver
a levantarnos.
A veces
llueve tanto
que nunca
escampa
y el
sol es un acertijo
paro
los niños
que siembran
sueños.